martes, 21 de febrero de 2012

El recuerdo de los alimañeros

Hoy todos los partidos políticos incluyen en sus programas discursos ecologistas y conservacionistas en favor de la naturaleza, el medioambiente y la biodiversidad, pero si hacemos un poco de memoria histórica lo sorprendente es comprobar como milagrosamente muchas de nuestras especies han conseguido sobrevivir a la presión predadora del hombre. Las autoridades actuales defienden y protegen al Lince Ibérico al tratarse de una especie en peligro de extinción, pero hace tan sólo sesenta años ese mismo lince estaba considerado como una alimaña y, por lo tanto, podía ser cazado en cualquier época del año y con cualquier método. Entre 1954 y 1962 los alimañeros “cazaron” más de 150 linces.



En 1953 el Servicio Nacional de Caza y Pesca Fluvial creaba las llamadas Juntas de Extinción de Animales Dañinos. Su objetivo era “terminar” con todas aquellas especies que depredaban sobre las poblaciones de animales con interés cinegético  (conejos, perdices, liebres, codornices, etc) que habitaban los primeros cotos de caza, propiedades que en esos momentos estaban en manos de unas cuantas familias de la aristocracia y de la burguesía del régimen. La España rural de la época estaba repleta de campesinos hambrientos que, como buenos conocedores de su entorno y de las especies que lo habitaban, pronto se convirtieron en expertos “alimañeros”. Todo el mundo (niños incluidos) estaba autorizado a cazar alimañas, de forma que familias enteras encontraron en esta actividad una cruel forma de supervivencia. Recordemos que en la España de entonces todavía no se había producido el éxodo de las poblaciones del campo hacia las ciudades industriales.


Dependiendo de cada Junta se podían llegar a pagar 40 pesetas por una gineta; 20 pesetas por un lobo; 10 pesetas por un zorro y 25 pesetas por cada par de garras de águila. Para medir el volumen del exterminio basta apuntar que algunas Juntas de Extinción llegaron incluso a tener problemas económicos para hacer frente a los pagos por tanta alimaña muerta. Se calcula que los alimañeros masacraron al menos 4 millones de animales, de los cuales 19.000 eran rapaces. Y estas cifras tan sólo son aproximadas, porque muchos de los animales muertos ni siquiera pasaban por las Juntas, ya que eran vendidos a mejores precios a taxidermistas, coleccionistas, empresas de pieles, etc.


Para medir la dimensión del “genocidio” podemos leer las memorias anuales del Servicio Nacional de Caza y Pesca. Por cierto, que en 1956 el mismísimo Jefe de la Guardería de la Reserva de Saja fue premiado con 10.000 pesetas por las autoridades del régimen. Su logro era haber abatido seis lobos adultos. Entre 1954 y 1962 los alimañeros cazaron en España, entre otros miles de animales, un total de 1.470 lobos; 53.754 zorros; 4.256 ginetas; 3.479 gatos monteses; 104 nutrias; 1.339 tejones; 4.304 turones; 4.216 alcotanes; 2.044 halcones; 10.161 milanos; 1.038 buhos; 234 gavilanes; 1.207 aguilas reales; 3.809 aguilas de diferentes especies; 1.357 aguiluchos; 18.733 lagartos…. Tan sólo en Toledo se mataron 107 linces y 163 águilas reales, mientras que en Guadalajara la matanza de águilas reales alcanzó los 745 ejemplares. Y el exterminio aún duraría unos cuantos años más.





 

Afortunadamente, dentro de la catástrofe en España tan sólo funcionaron Juntas de Exterminio en dieciocho provincias (Asturias, Badajoz, Cáceres, Ciudad Real, Córdoba, Cuenca, Granada, Guadalajara, Huesca, Jaén, Lugo, Palencia, Salamanca, Santander, Soria, Teruel y Toledo). Dado que un buen alimañero podía llegar a cobrar hasta 10.000 pesetas anuales por los animales capturados, si las Juntas hubieran llegado a la totalidad del territorio hoy muchas especies de nuestra fauna ibérica tan sólo sobrevivirían en los museos o en el recuerdo. Ganaderos y propietarios de cotos con intereses cinegéticos y con fuertes ramificaciones políticas estuvieron detrás de la “política exterminadora” a la que fueron sometidas muchas especies. Tanto es así que incluso formaban parte mayoritaria de las Juntas de Extinción, que eran las encargadas anualmente de señalar cuales eran a su juicio las “alimañas” que debían ser objeto de caza en su territorio y de estipular las cantidades a pagar en cada caso. Como siempre con dinero público se defendieron intereses privados, aunque fuera a costa de poner en peligro nuestra biodiversidad.



Afortunadamente, en la década de los setenta en nuestro país comenzó a calar una incipiente conciencia ecológica y los poderes públicos decidieron entonces que los alimañeros debían desaparecer, aunque en muchos casos se mantuvieron activos hasta el final de sus días, aunque esta vez fuera de forma ilegal más o menos consentida por las autoridades locales, demasiado dependientes de los “terratenientes” de turno.
En nuestros días la filosofía del alimañero se quiere mantener viva de alguna forma en la figura del Especialista en Control de Predadores, encargados principalmente de diezmar las poblaciones de zorros. Estos “especialistas” están legalizados por algunas Leyes de Caza territoriales, e incluso en algunas publicaciones cinegéticas se enorgullecen de haber dado muerte a unos cuantos cientos de zorros y de pertenecer a una rancia estirpe de alimañeros.



1 comentario:

  1. Mi abuelo era alimañero y nunca estuvo orgulloso de ello, pero en tiempos difíciles tenía que alimentar a su familia. Los culpables del exterminio fueron las autoridades de la época, que pagaban por cada animal muerto. Afortunadamente ese tiempo pasó y hoy la conciencia hacia la fauna es otra, aunque en revistas de caza se continúa defendiendo la "limpieza" de todos los depredadores de especies cinegéticas.

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